En una democracia limitada al Mercado sólo aparecen palabras que identifican el funcionamiento del poder como: consenso, mano dura, motosierra, tolerancia cero, meritocracia, salud y educación como gasto, seguridad social igual a déficit, mercantilización de los servicios públicos, privatización de empresas estratégicas que construyen soberanía, todas éstas y otras que van configurando un nuevo sentido común, alejado de la realidad, pero hegemónico en su andar cotidiano.
No se trata de un invento argentino, es un proceso global del llamado “occidente cristiano”, que desde el bastón de mando de EEUU, hace penetrar, desde una visión binaria de amor-odio, a la lucha a lo que el poder llama: “terrorismo”, “narcotráfico”, gobiernos hostiles, “ejes del mal”, que hace desencadenar acciones que conllevan a la muerte, la destrucción, la desestabilización y golpes de Estado, como en los casos del genocidio de Gaza, las amenazas del mar del Caribe sobre Venezuela y Colombia, los ataques y asesinatos en Oriente y África, como Somalía, Irán, Yemen, Líbano, Palestina, Siria entre otros, justificados por una parte de la comunidad internacional, a partir de un relato que estigmatiza, gobiernos y líderes, de acuerdo a los intereses el mundo Unipolar.
En nuestro país, ese relato del odio, de la confrontación, del insulto, de la explicación macro económica se va acabando ante una realidad que golpea al conjunto de la sociedad. Un discurso que se basa por momentos en la extorsión, en otros desconociendo los mecanismo constitucionales de gobernabilidad, corrompiendo sectores institucionales a sus fines, con un grado de impunidad, sólo avalado por un servicio de justicia corrupto, que solidifica el relato, al actuar sobre la oposición política y liberar a los socios del poder.
A ésta descripción se agrega la situación de la economía real, lo cotidiano de la vida de los argentinos, que rompe el vidrio de la mediación comunicacional con la realidad, cayendo la máscara armada, que por un tiempo toleró los esfuerzos, luchó por sobrevivir, se sintió culpable, pero en un punto recupera su conciencia de comunidad, en donde nadie puede ser feliz en una sociedad que sufre, destruyendo el relato del enemigo en un solo instante de conciencia.
Las luchas populares reprimidas, los opositores perseguidos, encarcelados, estigmatizados, demuestran que la democracia se ha debilitado y sólo es la pantalla de un proceso de degradación nacional, que lleva al deterioro de soberanía, a la fragmentación hasta geográfica de la Argentina, convertida en un verdadero mercado persa, al servicio de EEUU, Israel, Unión Europea y Reino Unido que colonizan la Patria.
Eso sucede detrás de un discurso de “libertad y democracia” que acá como en el exterior, demuelen a diario en el mundo, mostrando su vocación de saqueo y guerras que demuestran su desesperación ante un nuevo mundo Multipolar, que desconoce ese discurso. Realidad ya es instalada como una nueva realidad geopolítica, que ha arrinconado al poder hegemónico anterior, girando el mundo hacia el Oriente.
Es entonces necesario recuperar una agenda propia, con vocabulario propio con identidad nacional, con mirada soberana y construyendo un mensaje que fortalezca la solidaridad social compartida, el compromiso de Estado con las necesidades del pueblo y con su despliegue en ciencia y tecnología, que ha caracterizado a nuestro país como pionero en Latinoamérica, que promueva la unidad de la Patria Grande y que nos inserte en el mundo desde nuestra Tercera Posición geopolítica, sin subordinaciones patéticas que han llevado a nuestro país a ser cómplice del Genocidio y Limpieza Étnica en Palestina, a confrontar con nuestros hermanos de la Patria Grande mostrando una sumisión vergonzosa, como no tenía la Argentina desde los Tratados de Roca Ruciman, que ató la Patria a Inglaterra por décadas.
Esa agenda propia se recupera con organización popular en la Comunidad Organizada, que se exprese en la calle, la movilización y la lucha, con objetivos plasmados en la planificación estratégica que supere el coyunturalismo de la política diaria, identificando al enemigo, evitando la populares, que fragmentan la lucha política siendo éste escenario funcional al enemigo.
La necesidad de una conducción estratégica del movimiento nacional y popular es urgente, para recuperar la mística necesaria que construye esperanzas y utopías en el seno del pueblo, cuando se usan las redes en su rol específico, pero abordando el territorio, predicando, persuadiendo, conteniendo, acompañando, generando una etapa fundacional que pueda ser aceptada, en términos generacionales por la juventud, que ha crecido y se ha desarrollado bajo un discurso naturalizado de la anti patria, que pretendió humillar el orgullo nacional y desconocer nuestra historia, en su afán de dominación, colonización, saqueo y subordinación.
Desmontar ese escenario es largo en el tiempo, dada la permanencia de una cultura dominante, desde el inicio mismo de la democracia otorgada por EEUU, condicionada por el Mercado como ordenador social, que ha llevado a la situación actual de diáspora política y social, siendo nuestra obligación reparar con la lucha patriótica diaria, como lo hicieron nuestros Padres
Fundadores: San Martín, Artigas, Belgrano y Bolívar.
JORGE RACHIDCABA, 4 de diciembre de 2025BIBLIOTECAUmberto Ecco: Apocalípticos e integrados/La estructura ausente Ed, Universidad BoloniaMauricio Beuchot: Semiótica Teoría del signo y lenguaje de la historia Ed. CFEMartín Echeverría compilador: Comunicación Política y Crisis de la Democracia Ed. Tirant España